sábado, 14 de junio de 2014

El Hielo.

Empezó el verano. Hoy me cociné caminando a 38ºC -hay quien diga que eran 40º- en jean puesto que aún no me he depilado las piernas.

Con el verano vienen mis obsesiones de verano. Un bastante razonable es tener siempre agua fria presta para beber. El problema es que sólo tenemos una botella y el enfriamento es demorado. Afortunadamente usualmente consumo una botella por día y simplemente tengo que cerciorarme de llenarla todas las noches.

No obstante cómo me da pánico quedarme con agua al clima, me aproviciono constantemente de hielo. Tengo una relación bizarra con el hielo. Actualmente, sólo quedan pequeños destellos de nuestra antigua y chispeante relación y me conformo con chuparme de uno en uno los cubitos excedentes en el fondo de las bebidas terminadas, pero para cuando tenía 12 años...

Pi adolescente y el hielo.

Por allá en los albores de la adolescencia e inicio del bachillerato tenía dificultades para pasar una noche durmiendo derecha, sin despertar. Por el contrario, lo usual era despertarme tras haber dormido un par de horas, estar en vigilia una hora o más y volverme a dormir.

Cómo era cosa casi diaria aprendí a vivir con ella sin angustias y tenía una rutina estable para ese momento. Así, me despertaba, daba algunas vueltas en la cama comprobando que no podía seguir durmiendo y salía de la cama rumbo a la cocina donde llenaba un vaso con cubos de hielo; vaso con el que subía a mi cuarto y, saliendo por la ventana -salto mediante-, me sentaba en el techo del llamado cuarto del servicio y contemplaba la noche mientras me comía mi vaso de hielo.

Sí, casi todas las noches me comía un vaso de hielo al aire libre y en pijama.  Me gustaba morderlo y escucharlo crujir. Creo que también comía a veces hielo durante el día pero lo que más recuerdo es mi vaso nocturno.

De ahí que toda mi vida deseé tener un nevecón de esos que sólo pones el vaso y se te llena de cubitos sin más complicaciones y hay siempre hielo disponible. Por el contrario, nosotros teníamos una nevera re-vieja, siempre llena, siempre necesitada de ser descongelada y dónde mantener mi dosis diaria de hielo era un gran trabajo.

No recuerdo cuando dejé de comer hielo diariamente pero aún soy una guardiana intachable en mantener provisión de hielo en la nevera.

1 comentario:

Andrea dijo...

Qué rutina más exótica