Ayer vi el partido de Colombia en un evento organizado por la embajada. Es raro que yo asista a esos eventos pues, además de no estar inscrita en la embajada y no recibir ese tipo de información, no me gustan pues los veo como esos eventos empresariales de los que siempre huí y sigo pensando que del hecho de compartir nacionalidad con un grupo de personas no se deriva mi simpatía preferente hacia ellas. Así no procuro especialmente acercarme a la comunidad colombiana en Portugal.
No obstante, como ahora tengo dos amigas* colombianas, ellas reenvían las invitaciones y he terminado por ir a dos. Mi primerísima razón para ir es la comida. Suelen dar empanadas y buñuelos y por esas sí me animo. Dos, a Raquel le divierten nuestras peculiaridades y me anima para que vayamos (luego lo más divertido de todo resulta verla imitando el "ay papi, y no tienes más empanadas?" con el mejor acento paisa ficti).
Por otra parte, es bien sabido que el fútbol se disfruta mejor en grupo (o SÓLO se disfruta en grupo) así que me arriesgué al sol de las tres de la tarde y allá nos fuímos.
Finalmente la paso bien pero siempre salgo sintiéndome como la niña rara del paseo. El evento no decepcionó: había empanadas, patacones y arequipe. Grité con los goles (ya que estamos allá, toca meterse en la jugada) y me tomé hasta un aguardiente. Pero y ya. El partido se acabó, recogí mis corotos y salí impávida envidiándo de cierta forma a los otros colombianos que la felicidad seguro les continúa hoy. No logro emocionarme del todo.
No tengo esos ojos de inmigrante que todos tienen. Esa perspectiva que le hace creer que todo lo de su país es mejor. Que nos emocionamos mejor, que somos más alegres, más queridos, más divertidos y toda esa imagen Colombia es pasión que nos han vendido.
Mi amiga me decía ayer "marica! es que nosotros nos emocionamos más, ayer vi el partido x y ellos se emocionaban pero no como esto..." y yo: "ehh, este, a mi me parece que somos como todo el mundo, gritamos con los goles, blasfemamos con los problemas y comemos entretanto". Ella insiste "pero es que nosotros nos emocionamos MÁS". Yo corto "quizás te parece que nos emocionamos más porque estás compartiendo la emoción y entonces la sientes más intensa".
Y así, siempre es así cada que alguien trata de encontrar empatía patriótica en mi (aunque también desinflo a todos lo que intenta idializar Europa "es que la gente acá no tiene cultura... en cambio en Europa"... y yo, "tampoco?".
Pero no vayan a creer tampoco que soy el otro tipo de inmigrante. El que dice "mi país es una mierda" y le parece que todo en el exterior es mejor. No, yo quiero a mi Bogotá y mi familia. Me gusta el tayrona y me parece increíble la variedad geográfica de Colombia. Suspiro por buñuelos y se que tanto allá como acá hay cosas buenas y problemas. Colombia no es el mejor país del mundo. Portugal tampoco porque simplemente no existe tal cosa como el mejor país del mundo (no la "mejor mamá del mundo" ya que estamos, con toda la adoración que profeso a mi madre).
Esta objetividad me impide muchas emociones, qué vaina pero así crecí.
* aún no logro determinar si me caen bien o mal.
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