Ésta semana, decidí dejar ir a mis padres de paseo y a mi hermana con ellos. Arguí el festival de teatro, falsa excusa, no sabía por qué, pero me quería quedar. Me daba un poco de susto. Bogotá sola, ya saben, aburrirme un poco -o mucho-. Pero verse con el aburrimiento y la soledad no está mal, una vez lo sobrepasas, -creo- ayuda a pensar. -encontrarse con el yo- o algo así, le llaman los que escriben sobre ello.
Estar sóla en casa me hace dar cuenta de cuanto quiero mi espacio. Inconsciente, me apropio de ella. Luce tal y como si fuera una casa de estudiante, no de familia. De entrada, dejo sin uso todos esos espacios (lujos) propios de casas de familia. comedor, cuarto de servicio, patio de ropas... alcobas extras. Me límito a lo básico la sala se convierte en el salón- o el lugar para poner todo lo que no va en la habitación-: la bicicleta recostada contra la pared, el violín en el sillón y el atril obstaculizando el paso. Un libro, una cobija y una taza de café en el sófa, dan cuenta de mi paso por allí.
Preparo por almuerzo una caja de macarrones con queso y atino a guardar el restante para mañana en la nevera. Curiosamente, no luce desordenada la cocina, mientras hago un café, lavo los platos y ordeno un poco... no es sino que me dejen a mi cuenta, para que empiece a ser ordenada, yo le llamaría el efecto "no va ver nadie detrás tuyo recogiéndote el desorden".
Cuando empiezo a hablar más de lo cuerdamente apropiado con el monstruo y, cuando descubro que lo estoy cargando a cada habitación por la que paso, caigo en que quiero nuestro espacio. y lo quiero mucho. (así me toque pasear en el tren una hora).
Siendo las once de la noche, paso por la puerta de entrada. Aún tiene echado el cerrojo que, en un ataque recordatorio de las recomendaciones paternas, pasé ayer al llegar a las dos de la mañana. Eso significa una cosa, llevo todo el día sin salir.
Supongo que me hacía falta esto, estar en casa. Las salidas extras, las fiestas, son distracciones para no percibir el cambio. Empiezo a sentir los excesos y desear mesura. Concluyo que, definitivamente, no soy del tipo adictivo. Tengo una poderosa alarma que dice -ya está bien.
Tímidamente saco a Antonín; el estuche despide polvo. -qué triste-. Lo saco y lo mimo un poco. Con cuidado le limpio, pulso las cuerdas y me doy cuenta que no está tan desafinado como creía, un pequeño ajuste + la poderosa acústica del hall de entrada y lo quiero, y lo quiero mucho.
Metódicamente empiezo con cuerdas al aire. Primero un brazo, luego el otro. Muchas muchas cuerdas, las neuronas encargadas se van activando y al poco rato, encuentro de nuevo mi sonido. Repito todo el proceso una vez más para asegurarme que sea por ahí. - sí, así es, ya suena ágil.-
Acudo a la memoria mecánica para ayudarle al brazo izquierdo. No existe pieza que haya tocado más en mi vida que ese Kayser. Creo que lo podría recitar en cualquier momento de mi vida. Y funciona, los dedos van recordando, un poco torpes al principio. Paro cuando me empiezan a doler las manos. "un paso a la vez" cómo los alcohólicos.
Me escabullo a la red y al poco tiempo, quiero volver abajo, con Antonín; ésta vez un poco de escalas. La esencia de la técnica. Suena la primera y me veo envuelta en la costumbre de seguir con la segunda, pese a que ya estoy un poco cansada de ellas.
Me controlo y me pregunto, quiero seguir tocando? qué?... son las preguntas para replantear mi relación con Antonín, que gane el quiero la guerra del puedo. el gusto. la voluntad. las ganas. Ahora esas son las normas. Disfrútalo!. Me dejo llevar por un ejercicio que suena especialmente lindo; tiene un armónico, siempre me han gustado, lo repito una y otra vez, me gusta ese sonido de instrumento de viento emanado de una caja de madera.
Vuelven mis manos a quejarse. Paro. Decido que es buen momento para comer y me consiento un poco: arepita con queso como me gusta, huevos con mazorca y mucha pimienta. Cocino con calma y me preparo un té. Canaleo un poco mientras doy cuenta de la cena y me dejo adormecer. Abrazo al monstruo y deseo que fueras tú.
Alejo de mí y de éste momento al Dr. Faustus y me decido por un libro más ligero. Lo despacho acompañado de un café y de rosquitas. No pelees con la comida me recuerdo en la cocina.
Termino sentada al piano. Es lindo. Es noble. Empiezo tímidamente por unas escalas y me pregunto sí a mis vecinos les molestará. Deshecho las posibles quejas y continúo. Do-sol-re-la-mi... mis manos empiezan a volar. Recuerdan digitaciones que creía olvidadas. Logro hacer la de Si, -qué emoción!.
Siguiendo el impulso saco el libro de ejercicios. Empiezo por el primero. Do-mi-sol-mi-do. Son las únicas notas que contiene, y suena lindo, suena a algo. Pienso, no sin cierta ironía, cómo es de amable el teclado con el aprendiz. por qué aprenderemos violín?. Este ejercicio me demoré par de días sino menos en que sonara, recuerdo qué podía hacer yo con Gregorio al segundo día: nada. ruido.
Sigo con el segundo.. el tercero, a medida que avanzo voy escuchando a mi profesor en la cabeza cuando hay ligado no levantas el dedo de la tecla hasta que hayas puesto el otro... respira acá... cuidado con las falanges. y suena. acelero la velocidad. empiezo un toque frenético y sin poderlo evitar, se me escurren las lágrimas. sigo tocando, es aliviante.
aprender a relacionarme de nuevo con la música... sin angustia, sin presión, con diversión... tengo ganas de empezar ya las clases de piano de trueque. y jugar un poco. mañana mismo llamo a aceptar aquella propuesta. mi madre llama y me pregunta qué hago. se alegra cuando le cuento que estoy tocando violín... me costará algunas lágrimas y algunos días de metrónomos empolvados y partituras abandonadas. pero ahí voy.
Me dan ganas de encender la tv y ponerme a hacer ejercicios delante de ella, luego me encuentro con tu mensaje. río pensando en que sí, yo también detesto correr. aunque te he visto conectada todo el día, no te hablo, mi inconsciente me llamaba a que era día de no hablar. te quiero.
sentada al piano, reflexiono muchas cosas, algunas las vierto acá, otras no. Las más de las veces, antes de sentarme a escribir, estoy tocando, y vienen las ideas. me encanta eso.
Me doy cuenta que tengo que solucionar cierto asunto. basta de personajes de sabina.
también me dan ganas de gritarte que te amo. te quiero todo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario