jueves, 22 de mayo de 2014

Actividades extracurriculares II- A (ballet)

Yo siempre quise tener unos padres con tiempo. Unos padres de eso que te llevan, esperan y traen de millones de cursos libres. Pero no, mi padre no tiene paciencia para eso y mi madre llegó a tener la insana suma de tres trabajos.


Lo que más quería en el mundo era hacer gimnasia olímpica (actualmente llamada artística) pero mi madre, además de no tener tiempo para llevarme a la liga le producía pánico la posibilidad de un accidente grave pues, para cuando yo era niña, un gimnasta colombiana aterrizó todo lo mal posible de las barras asimétricas y quedó paralítica. Así, la gimnasia estaba absolutamente fuera de cuestión.

(con el tiempo he visto que un accidente así es una cosa muy extraña. Sí, las gimnastas de élite sufren millones de lesiones, pero no esa).

Ya que gimnasia no se podía se metió en la cabeza la idea del ballet. Las bailarinas también eran hiper flexibles, giraban y tenían estos pies tan bonitos... soy decente al decir "se me metió en la cabeza" porque lo que pasó fue se me incrustó, me obsesioné e insistí tanto tanto pero tanto que logré un trato con mi padre (él pagaba las mensualidades) y otro con mi madre (ella me llevaba y me recogía los sábados).

Si conocen a mi padre sabrán que es terco y sus posiciones suelen ser inflexibles pero yo, con mis diez añitos, lo enloquecí DURANTE SEIS MESES, TODOS LOS DÍAS hasta que dijo que sí.

Fue un amor absoluto. Por edad, me correspondió en la clase "de las medianas" pero resulta que las medianas (entre 9 y 12 años) hacían ballet hace 5 años!!! y yo ya había perdido la flexibilidad de infancia y no soy muy rítmica. Pero yo quería hacer todo lo que hacían y me dediqué a ello:

Todos los días, al llegar del colegio, me sentaba a ver televisión abierta de piernas durante una hora. Ensayaba los giros en el hall de entrada (la de golpes contra la pared que me di!) y, secretamente, me aprendí las coreografías de las medianas, las grandes y las solistas.

Necesité dos años para tener el nivel de las otras, cuatro para superarlas y cinco para ser la estrella absoluta. En el camino pasé de tener una clase a la semana a tener dos clases diarias (más ensayos de solista adicional). Incluso, recuerdo haber obtenido las mejores notas del curso (en octavo) y usar este hecho para chanteajar a mi papá y pedir pasar de dos clases a la semana a tres.

Empecé puntas, me destrocé los pies, bailé con los pies sangrantes y fui feliz. 

Amo el ballet y adoro danzar. Así que, adicional a mis obligaciones balletudas, me metí en las danzas del colegio que también sufrieron un incremento exponencial de horas dedicadas a ello tanto así que en el mes del festival de danzas yo iba al colegio a ensayar y no entraba a clases. También fue en las danzas donde hice mis amigos del colegio y vivi mis experencias adolescentes.

Y, coherentemente a mi gusto por el ballet y la danza, escogí por deporte gimnasia rítmica. Donde, a pesar de las innúmeras lesiones que fui sufriendo por tanta actividad física, logré coronarme campeona individual sendas veces.

Las cifras:

En sexto: Una hora y media de ballet los sábados a las once la de mañana.
En once: Cuatro horas de clase diarias repartidas en dos escuelas de ballet diferentes + cuatro horas de ensayos del grupo de danzas. Total de coreografías memorizadas en un momento dado: 56.

Salvo el último párrafo para agradecer las correrías de mi madre para salir del trabajo a tiempo y las esperas infitas que se aguantó mientras yo estaba en clases.

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