viernes, 14 de mayo de 2010

Llego a las siete de la mañana. Es viernes y no hay jefes. Todos están en de viaje.

Me da un poco igual la verdad. Gracias al destino (o a quien corresponda) mi jefe es lo suficientemente inteligente para entender que lo importante no es cuantas horas esté pegada a ésta silla. Que, lo que interesa, es cuantas sentencias haga; que bien queden hechas.

Y hago muchas. Y, al parecer, bien.Así, de a pocos, he ido flexibilizando mi horario.

(...)

Dicen que la justicia es ciega. No, definitivamente no. Por una razón o por otra, hay delitos que nos afectan más. Hay sujetos que generan mas odio y otros, por el contrario, compasión.

Llega un paraco a mi escritorio y, el menor indicio, condena. Qué se mataron entre bandas? si no hay muchas pruebas, absuelvo... allá que se maten entre ellos.

Que le metiste mano a chiquillo?... come mierda y para la cárcel derechito. Que eres pequeña vendedora de drogas?a ver dónde le doy la vuelta y te saco absuelta. Si no se pudo, la pena mínima.

(...)

qué extraño escucharme hablar/escribir de derecho. Supongo que es inevitable. Son ocho horas diarias.

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