Llega de nuevo semana de vacaciones, que no santa... cómo siempre: paseo familiar. 

En realidad, preferiría quedarme en Bogotá (desocupada, divina), ir a Eurocine (en épocas pasadas he llegado a ver tres películas diarias), matar lo santo del viernes... pero mi hermana ésta vez no va, y a mis padres no les gustaría viajar solos (y mucho menos dejarme sola -esto último sigo sin entenderlo-).

Desde ayer empecé la preparación psicológica -y quien va?; -eres consiente que si hacen algun tipo de rito religioso, yo no participo?; -qué hay en esa casa?... eran preguntas muy importantes para decidir cuantos libros llevar (...) y es que, entre más pasa el tiempo, menos encuentro qué hacer con mi familia extensa: mis primas se han convertido en dos amas de casa totalmente extrañas.. y los otros son unos niños y... los niños me asustan. 

Sin mi hermana (doña sociable), nosotros somos la familia isla: mi padre juega ajedrez y se va a caminar sólo en las madrugadas, mi madre lee, odia las piscinas, no sabe nadar y detesta bailar... tan así, que desistieron de asignarnos tareas domésticas (cómo al resto de familias); un vago "ayuda en lo que se necesite" para salir del paso... y es que mi punto es: quien quiera algo, que se lo haga, cuál es la necesidad de andar atendiendo?... a mi no me pidan que atienda, pero yo tampoco se lo pido a nadie. y ya. simple.

Dos maletas: una grande y una pequeña. y un violín. una con ropa, otra con material de lecto-escritura. La grande, naturalmente, es esta última: dos libros, el scrabble, el boogle, las copias de historia de la música, un cuaderno.. y el computador. (pero no tengo internet.. me va a dar síndrome de abstinencia tecnológica -ya bien conocido-).

si nada extraordinario ocurre. nos vemos del domingo. amén.