sábado, 16 de junio de 2007

El tiempo era un señor que corría tranquilo por mi vida, vestido en elegante traje negro, a la usanza de otras épocas, caminaba deténiendose dónde deseara y de cuando en cuando corría, manteniéndose en forma y anticipando futuras carreras... caminaba con los brazos detrás de la espalda sin procurar atrapar todo pero sin perderse de nada... en un momento dado.. arrancó en loca carrera, hizosé invisible, una abstracción lejana denominada en minutos y en corcheas... corría yo tratando de darle alcance pero sólo lograba ver su espalda, ya no con lo brazos detrás, sino, éstos lucían estirados tratando de coger el mundo... a veces iba tan rápido que tropezaba, caía a trompicones... tomando su ejemplo, acogí el caminar rápido, en grandes zancadas.. también acogí un hablar rápido... junto a mis matemáticas iba aprendiendo a dividirlo, a “administrarlo”, primero sólo lo sumaba – demoro tanto-, luego, lo superponía – mientras esto, aquello – exponecial: y hoy son cinco, mañana veinticinco minutos... hasta que, por cada momento que pasaba, yo realizaba todas las operaciones para decidir previamente, qué hacer exactamente con el momento... -bueh demoro tanto, recorto de allí, si son seis cosas y tengo tantos minutos, x/6, pero puedo ir haciendo eso-... cada operación se iba marcando en su ser... lo partía en dos, le sacaba brazos extra para que alcanzara más cosas, alargué sus piernas acelerando sus carreras, lo volví a dividir...

Hoy vuelve, se presenta frente a mí, en un momento quieto, dónde, contra mi deseo, el tiempo no pasa... y me doy cuenta que ya no es aquel señor vestido elegantemente a la vieja usanza, que mira a su paso y camina con las manos en la espalda... fue dividido tantas veces que perdió su forma, tiene tantos brazos extra que se han vuelto estos un nudo y no alcanzan para coger nada, las piernas son tan largas que pierde el equilibrio y anda a trompicones, las cabezas son tantas que una anula lo pensado por la otras y esta es complementada con otra que es confundida por la de allá... en este lastimoso estado, el tiempo, mas que preguntarme afirma: Siempre te parece tarde luego, más tarde, miras hacia atrás y piensas en ese momento que te pareció tarde, no lo era y, ahora, en este momento donde piensas que ese momento que te parecío tarde y no lo era, ahora si lo es. Es tarde. Ya no sé que hacer con él.

3 comentarios:

Iván R. Sánchez dijo...

Mi querida alicia, sin importar que pasé, tus monstruos siempre tendran tantas extemidades como tu quieras, aunque por extraño que sea, siempre puedes encontrar que son dos, mínimo, máximo. Grandes son las posibilidades con este monstruo tuyo, pero no creo que se te salga de las manos, tan solo creo que no lo has tenido nunca; No andes detras, hazlo volver y que camine a tu paso.

anattolia dijo...

"¡Espere, señor Conejo!"

"Ahora que se va poniendo viejo se da cuenta de que no es fácil matarla.
Ser una hidra es fácil pero matarla no, porque si bien hay que matar a la hidra cortándole sus numerosas cabezas (de siete a nueve según los autores o bestiarios consultables), es preciso dejarle por lo menos una, puesto que la hidra es el mismo Lucas y lo que él quisiera es salir de la hidra pero quedarse en Lucas, pasar de lo poli a lo unicéfalo. Ahí te quiero ver, dice Lucas envidiándolo a Heracles que nunca tuvo tales problemas con la hidra y que después de entrarle a mandoble limpio la dejó como una vistosa fuente de la que brotaban siete o nueve juegos de sangre. Una cosa es matar a la hidra y otra ser esa hidra que alguna vez fue solamente Lucas y quisiera volver a serlo. Por ejemplo, le das un tajo en la cabeza que colecciona discos, y le das otro en la que invariablemente pone la pipa del lado izquierdo del escritorio y el vaso con los lápices de fieltro a la derecha y un poco atrás. Se trata ahora de apreciar los resultados.
Hm, algo se ha conseguido, dos cabezas menos ponen un tanto en crisis a las restantes, que agitadamente piensan y piensan frente al luctuoso fato. O sea: por un rato al menos deja de ser obsesiva esa necesidad urgente de completar la serie de los madrigales de Gesualdo, príncipe de Venosa (a Lucas le faltan dos discos de la serie, parece que están agotados y que no se reeditarán, y eso le estropea la presencia de los otros discos. Muera de limpio tajo la cabeza que así piensa y desea y carcome). Además es inquietantemente novedoso que al ir a tomar la pipa se descubra que no está en su sitio. Aprovechemos esta voluntad de desorden y tajo ahí nomás a esa cabeza amiga del encierro, del sillón de lectura al lado de la lámpara, del scotch a las seis y media con dos cubitos y poca soda, de los libros y revistas apilados por orden de prioridad.
Pero es muy difícil matar a la hidra y volver a Lucas, él lo siente ya en mitad de la cruenta batalla. Para empezar la está describiendo en una hoja de papel que sacó del segundo cajón de la derecha del escritorio, cuando en realidad hay papel a la vista y por todos lados, pero no señor, el ritual es ése y no hablemos de la lámpara extensible italiana cuatro posiciones cien vatios colocada cual grúa sobre obra en construcción y delicadísimamente equilibrada para que el haz de luz etcétera. Tajo fulgurante a esa cabeza escriba egipcio sentado. Una menos, uf. Lucas está acercándose a sí mismo, la cosa empieza a pintar bien.
Nunca llegará a saber cuántas cabezas le falta cortar porque suena el teléfono y es Claudine que habla de ir co-rrien-do al cine donde pasan una de Woody Allen. Por lo visto Lucas no ha cortado las cabezas en el orden ontológico que correspondía puesto que su primera reacción es no, de ninguna manera, Claudine hierve como un cangrejito del otro lado, Woody Allen Woody Allen, y Lucas nena, no me apurés si me querés sacar bueno, vos te pensás que yo puedo bajarme de esta pugna chorreante de plasma y factor Rhesus solamente porque a vos te da el Woody Woody, comprendé que hay valores y valores. Cuando del otro lado dejan caer el Annapurna en forma de receptor en la horquilla, Lucas comprende que le hubiera convenido matar primero la cabeza que ordena, acata y jerarquiza el tiempo, tal vez así todo se hubiera aflojado de golpe y entonces pipa Claudine lápices de fieltro Gesualdo en secuencias diferentes, y Woody Allen, claro. Ya es tarde, ya no Claudine, ya ni siquiera palabras para seguir contando la batalla puesto que no hay batalla, qué cabeza cortar si siempre quedará otra más autoritaria, es hora de contestar la correspomndencia atrasada, dentro de diez minutos el scotch con sus hielitos y su sodita, es tan claro que le han vuelto a crecer, que no le sirvió de nada cortarlas. En el espejo del baño Lucas ve la hidra completa con sus bocas de brillantes sonrisas, todos los dientes afuera. Siete cabezas, una por cada década; para peor, la sospecha de que todavía pueden crecerle dos para conformar a ciertas autoridades en materia hídrica, eso siempre que haya salud." (cortázar)

Josefa dijo...

ahhh.... el tiempo
tan amigo, tan enemigo, con el tiempo lo manejas, con el tiempo te maneja a ti, a ratos te hace falta, luego no sabes qué hacer con él y provoca hacerlo a un lado pero con el tiempo te das cuenta que no se puede