Living la vida loca... esa canción estaba de moda cuando tenía 16 años. Me encontraba en el colegio y, más bien poco sabía de vivir la vida loca. Es miércoles y estoy en la oficina. Escribo esto sobre el documento en el que estoy trabajando; me da algo de verguenza irme a blogger.com en medio de la mañana, máxime cuando hay un chico detrás mío, con acceso a mi pantalla y el presentimiento de que me observa. Así, la frase inmediatamente siguiente dice “El defensor solicita la revocación la sentencia y en su lugar se absuelva al acusado y se ordene su libertad inmediata (...)”

Llevo toda la mañana casi perdida, bueno, perdida para mi ritmo usual de comportamiento. Estoy groggy, muy groggy. Una mezcla de una creeepy de calidad excesiva con falta de sueño.

Van cuatro días de dormir menos de cinco horas. He ido a fiestas, a otra fiesta, a concierto, a comer y a concierto, a comer y a fiesta y a cine, a tomar una botella de vino (…)

Resulta curioso, muy curioso, que, ahora que tengo que cumplir un horario y estar levantada sí o sí antes de la seis de la mañana, me de por hacer la vida loca.

Para explicarlo, elucubro sobre un acto no muy inteligente de rebeldía de mi parte tipo, “así venda mi tiempo y me pongas un horario horrible no voy a dejar de hacer lo que se me venga en gana”. Esto, aunado (palabra de moda, después de agotar todas las expresiones equivalentes a en consecuencia, por lo tanto, sumando a lo anterior, teniendo en cuenta lo reseñado, etc) al total desinterés que este trabajo me produce.

Dinero en pagos mensuales y no ganas de hacer justicia es lo que tengo yo. Así que, poco me importa tener el cerebro adormilado un día (y otro más), da igual. Contrario sensu, cuando sólo éramos yo y mi chico de madera, quería tener siempre, pero siempre, mis cinco sentidos… los necesitaba, acá no. Es simple.

contaminada por el lenguaje jurídico.